No sé si ustedes viven en colonias, condominios o un área con bastantes casas juntas, pero en la colonia donde crecí había una casa con un árbol que tenía unos frutitos morados/ rojos no sé de que color describirlos y sabían súper rico! Cada vez que voy a mi casa me acerco a la casa a ver si el árbol tiene frutos y saben qué? esta última vez que estuve por allí, el árbol estaba lleno!

Tuve que comerme un par, y tuve que llevarme unos cuantos más para después jaja. Dicen que uno puede recordar muchas cosas a través de los sabores y de los olores, sin duda estos frutitos me hicieron recordar parte de mi infancia. ¿A qué iba con todo esto de los frutitos? Me puse nostálgica, me dio un sentimiento muy grande ir a mi casa, ver mi antiguo cuarto, ver a Marta Frida (mi gatita), ver a Kenzo (el perrito de mi hermana), salir a tomarme fotos con mi nana, saludar a mi tía que es mi vecina y que me recibiera con una taza de atol de plátano 🙂 comer rico y recordar cómo era de diferente mi vida cuando estaba viviendo allí. No me malinterpreten, no quiero regresar jajaja, sin embargo me hizo pensar muchísimo en lo feliz que era estando allí, diferente pero de buena manera, ahora también soy feliz pero de una forma distinta.

Lo diferente es bueno. Rodearse de nuevas experiencias es bueno, crecer es bueno. Todos cambiamos en algún punto (o en varios puntos) de nuestra vida, y pensar que las personas serán siempre de cierta forma no es muy realista. No somos como los frutos morados/ rojos que sabían exactamente como recordaba que sabían, no seremos siempre la persona que somos hoy y eso está bien 🙂 No rechacemos los cambios, hagamos de ellos algo bueno.

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