Todo llega cuando tiene que llegar

Llevo casi 2 años de no publicar lo que escribo, 2 años de no compartirles mucho de lo que ha pasado en mi vida. Claro, me encuentran en Instagram y les muestro un poco de mis días, pero nunca se compara a lo que solía publicar por estos rumbos.

He pasado por miles de cosas, unas buenas, unas no tan buenas, pero todas me han dejado una enseñanza grande. Quizás las cosas que mas les compartía por aquí eran mis rupturas amorosas, relaciones fallidas y viajes interesantes. En algún punto decidí conscientemente, dejar de compartir cosas muy personales, por miedo, por vergüenza, por evitar sentir. Siempre he pensado que nada es realmente cierto hasta que lo escribo.

Si me dedicara a escribirles sobre todas las malas citas que he tenido, los dramas entre “amistades”, los problemas laborales y demás, podría ser la Carrie Bradshaw de Guatemala. Pero no se emocionen por el chisme jaja, no lo haré. (Quizás sí les comparta algunas por diversión y para que de alguna forma se puedan identificar y sentir aliviadas al saber que esas cosas le pasan a la mayoría de personas)

Voy a empezar contándoles que durante estos dos años, me rompieron el corazón y seguramente yo también rompí un par. Creí haberme enamorado, me conformé con las migajas que alguien tenía para darme y pensé que eso era todo a lo que podía aspirar. Creí muchas mentiras y me lastimaron. Y cómo todos hemos sentido al menos una vez en esta vida, creí que jamás iba a volver a sonreír. Sentí mi mundo caer, vi cómo el trabajo que había logrado en mi, mi trabajo de toda la vida se venia abajo. Sufrí ataques de ansiedad y una depresión leve, que se sentía como estar muriendo. Algo que ahora sé y antes desconocía por completo es que, lo peor que estar triste, es no sentir nada. No poder llorar, no poder reír, sentir literalmente nada. Empecé un trabajo que no me hacía feliz, porque necesitaba el dinero y sentía una parte de mi apagándose poco a poco.

No sé realmente en qué momento decidí dejar de sentir pena por mi y me arme de fuerzas para tomar el control de mis emociones. Luego de muchas horas de terapia y de tratar de escribir todo lo que me superaba emocionalmente, puedo decirte que la tormenta pasa. Y sin pensarlo, un día de la nada vueles a sentir el sol en la piel y lo disfrutas. Ves a tus perros emocionarse al verte llegar y te sacan una sonrisa. El apetito regresa y vuelves a hacer bromas en alguna reunión. Ves una película triste y vuelves a llorar. Tus sentimientos y emociones siguen allí, estás viva y lo agradeces.

También, cuando menos lo esperas, llega alguien que se enamora de tus mejores y peores momentos. Te cuesta confiar, y no es para menos. Sería tonto confiar ciegamente después de todo lo que has vivido, y aprendés que la confianza se gana y que eso toma tiempo, y que todo llega cuando tiene que llegar. Aprendés que los poemas no se le escriben a cualquiera y que de repente, llega alguien con quien no tenés que fingir, que le gusta esa persona intensa que sos, que tus “defectos” son las cosas que más le gustan de ti y que lo daría todo por verte sonreír.

Quizás lo que vengo a decirte hoy es que, tengás mucha paciencia, que lo bueno toma tiempo y que el universo te quiere en tu mejor versión, para darte la mejor versión de alguien más a ti. No hay crecimiento sin tropiezos y derrotas, sin dolor, sin aprendizaje. Todo lo que me llevo a este punto hoy, lo agradezco y lo celebro. No te rindás, vas a lograr todo lo que te propongás, pero vas a tener que trabajar duro para conseguirlo.

Te mando un abrazo, y te digo hoy por si necesitas leerlo, todo va a estar bien, aún cuando no esté todo bien, te prometo que lo vas a superar y que el tiempo lo cura todo.

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